Hacía ya mucho tiempo que no me asomaba a este pequeño balcón
que un día, en mis tiempos de fe, decidí construir y en el que de vez en cuando
plantaba alguna semilla con la esperanza de comunicar con vosotros. El sustrato
era la política pero no dejó de serme útil para desahogarme en algunas
ocasiones por otras razones y tomándoos a todos por rehenes de mis sentimientos
o percepciones.
Ahí ha estado mi blog, en el letargo más absoluto, esperando
que quizás alguna chispa de mi entorno lo suficientemente brillante consiguiese
despertarlo. Hubo algún atisbo de luz pero que no fue lo suficientemente
provocador como para sacarlo de su apacible ensoñación.
Pero he aquí que de pronto hay materia y no es novedosa en
absoluto, la educación de nuestros chavales, de nuestros jóvenes y futuros
pilares de esta sociedad cada vez más desesperanzada.
Sabido es lo goloso que es tener en tus manos la transmisión
de conocimientos, la dirección de ideas y conductas, el moldear personalidades
y cuadricular comportamientos. Hacer pequeño hasta lo más diminuto
posible la capacidad que tenemos todos de pensar por nuestra propia cuenta.
Desde siempre y para siempre los malos y a menudo ilegítimos
gobernantes a través de sus planes de estudios han querido absorber la ciencia
bruta y personal de cada uno para transformarla en postración y
adoctrinamiento.
No era ni ha sido excusable que personajes como Hitler,
Mussolini, Stalin o Mao hayan triturado las mentes de sus ciudadanos y muy
especialmente de sus jóvenes, hasta convertirlos en apéndices de burdas
patrañas inventadas al calor de la beligerancia y lo diferente.
Pero es mucho más grave que en la actualidad escondiéndose tras
el manto de la democracia, algunos, una vez alcanzado el poder, estén desesperados
por contagiar a nuestros chavales y por ende a nuestra sociedad con sus patologías
personales. Estoy hablando de aquellos que no ven más allá de sus propias
narices y que no se dan cuenta que en un tema como la educación no se puede
hacer política.
En educación, se trata de formar en los valores comunes de
todos los humanos, en comportamientos y en conocimientos. Se trata de acumular
los diferentes estratos para cada vez estar un poco más arriba y no de eliminar
los anteriores por pura ideología. Esos sustratos son los que alimentarán a
nuestros jóvenes, los que les permitirán comprender de dónde vienen y así poder
decidir su futuro con las mejores garantías.
Me escandalizo cuando veo que políticos de tercera división,
hoy al frente de muy serías instituciones, solo muestran revanchismo a través
de decisiones en las que los perjudicados serán nuestras nuevas generaciones. Tipos
que han estado esperando rezagados en alguna esquina de sus pobres vidas
esperando el momento de dar el zarpazo de sus reivindicaciones patrióticas, lingüísticas
o vete tú a saber qué.
Y no quieren entender desde sus pobres mentes que esta
sociedad es la del y tú más y que cuando vuelvan a gobernar los otros harán lo
mismo y de nuevo las víctimas inocentes serán nuestras niñas y niños. Así es,
el bucle infinito que nos dejará siempre a la cola del mundo en materia
educativa del que solo escaparán algunos privilegiados que podrán cultivarse en
otros países y con otros criterios.
Mientras no haya un gran pacto estable en el tiempo y en sus
pilares fundamentales en el que participen todos, profesionales de la
educación, sociedad a través de los padres, políticos de ética responsable e
instituciones independientes, seguiremos perdiendo los campeonatos, uno tras otro
y sin remedio.
Rechazo desde aquí que la educación sea la solución para
curar patologías personales, ideológicas o traumáticas de algunos oscuros
personajes de la política regional, nacional o mundial a cuenta de nuestra
juventud. Me da mucho miedo que nos acostumbremos a ese sinsentido.