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viernes, 9 de marzo de 2012

A mi abuelo

Queridísimo René, te escribo esta carta de despedida en español porque sé que allí donde estés ahora, ya no deben importar los idiomas.
Nunca sabrás lo que has supuesto en mi vida o quizá sí.

Siempre tendré en mi recuerdo esos ojitos pequeños marrones tan simpáticos y traviesos. Esa forma tuya tan estupenda de enfadarte con la abuela que duraba algo así como 30 segundos.

Tú me enseñaste a montar en bicicleta. Me traías casi todos los días del verano un cochecito a la vuelta de tu trabajo y así fue como acabé teniendo montones de coches en miniatura con los que llegó a jugar mi hijo Nicolás.

Fuiste tú quien con suma paciencia me ayudó a que desaparecieran mis miedos al mar. Recuerdo como me subías a tu barca y me explicabas que no pasaba nada, que llevaba chaleco y que flotaba por encima del agua y que no me preocupase por los peces porque le tenían pavor a los chalecos.

Fuiste tú quien me enseño la grandeza de los Alpes. Fue contigo y con mis hermanos que recorrimos esas magnificas montañas, durmiendo en los refugios y escuchando tus historias y consejos.

Y fue contigo que descubrí los veranos de camping. Aún recuerdo cómo te reías cuando contabas la anécdota aquella del día que me presenté en la tienda con dos niños más diciéndote que había encontrado a mis hermanos porque hablaban francés e italiano como yo y resultó que eran unos chavales suizos.

Fue también contigo que aprendí a escuchar y a intentar no perder nunca los papeles.
Llevo dentro de mí el aroma tan particular de lápices y gomas que me encantaba oler cada vez que entraba en tu despacho de la torre. Y me emocionaba cuando me llevabas a visitar tus oficinas al borde del Saona y luego íbamos a ver al señor que controlaba la altura del caudal del río y tú me decías que era muy importante porque vigilaba para que no desbordara e inundara Macon.

Luego la vida se impuso, crecí y seguí muy cerca de vosotros, de Mamie y de ti, a pesar de las distancias. Gracias a mi trabajo, ocasionalmente podía visitaros y cenar con vosotros en la casa de la Roca. Me preparabais cenas ligeras pero siempre acompañadas de tus vinos preferidos de la “cave” y los excelentes quesos de la región. Cómo se te iluminaba la cara al descorchar esos tesoros tuyos y hacérmelos probar para luego explicarme de donde provenía la botella y cuales eran sus características.

Te pusiste muy triste cuando se nos fue Mamie y yo seguí visitándote en tu nueva residencia. Ya empezabas a tener algunos problemas de movilidad pero estabas mentalmente , en plena forma. Aprovechaba mis pasos por Macon para después de visitarte, subir a la casa de la roca, ahora cerrada, y rondar por el jardín repasando mi infancia de verano tras verano, junto a vosotros y a mis queridos hermanos.

La última vez que te visité, hace algunos meses, me despedí de ti y ya no estabas tan presente. Tu mente debía de vagar muy lejos, junto a tu querida Mamie, y paseando por esas montañas y mares que me enseñaste a querer. Te di un beso como siempre y me saludaste deseándome un buen viaje sin saber donde iba.

Solo me apena no haberte podido contar que tu nieto Florent fue padre el lunes pasado. Te hubiese hecho muy feliz saberlo.

Has sido la prueba viviente de que no es necesario ser de la misma sangre para querer y sentirse querido. Si, porque en realidad, yo te conocí como mi abuelo cuando ya te habías casado con mi abuela que había enviudado.

Tu fuiste mi abuelo, eres y serás eternamente mi queridísimo abuelo.

¡Una gran persona! ¡Hasta siempre!

Te quiero

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